martes, 26 de mayo de 2015

Como diferenciar los estados de ánimo de las emociones.

Podríamos definir los estados de ánimo como contenidos mentales, conscientes e inconscientes en los que se mezclan estados del cuerpo, emociones sutiles y pensamientos automáticos.
El papel que desempeña y su influencia sobre lo que somos y lo que hacemos es inmenso y; sin embargo, les concedemos poca atención. Pero podemos acercarnos a ellos, pues nos ofrecen una información muy valiosa; solo es necesario detenerse: parar de trabajar, de correr, de maldecir el mundo, nuestros estados de ánimo siempre están ahí, como un ruido de fondo, pero para percibirlos necesitamos detenernos y escuchar; como si paseásemos por el bosque y nos detuviéramos a escuchar: percibiríamos, entonces, el sonido del viento, el de los árboles moviéndose, el trinar de los pájaros... Detenerse a escuchar el murmullo de nuestro interior suele ser suficiente al principio, si queremos ir más lejos, será necesario que aprendamos a escuchar y a observar mejor nuestro estados de ánimo.
Las emociones son una respuesta a algo que nos llega de fuera; los estados de ánimo en cambio, pueden llegarnos también del interior, ser auto producidos.
Las emociones radicalizan y simplifican nuestra percepción de los acontecimientos; los estados de ánimo las complican pero la hacen más sutiles.
Los estados de ánimo, a diferencia de las emociones son menos intensos, pero mas duraderos e influyentes, pueden parecer débiles, discretos fáciles de olvidar, pero subestimamos su potencia e influencia, capaz de arruinarnos el día.
Los estados de ánimo no tienen necesariamente un objeto preciso como las emociones, lo que no implica que carezca de causa, sino que no resulta tan evidente.
Las emociones nos impulsan hacia la acción exterior, y los estados de ánimo, en primer lugar hacia la reflexión interior.
Los estados de ánimo pueden perseverar tras la estela de fuerte emociones, el estado que nos hallamos después de una gran alegría o una gran decepción.
Y puede representar el terreno que los facilita: la morosidad, que favorece los golpes de tristeza y de melancolía; el resentimiento que preparan las oleadas de cólera; el pánico que estalla sobre un fondo de ansiedad. Primero viene los nubarrones grises y luego la tormenta... Pero lo esencial de nuestra meteorología mental se basa más en los estados de ánimo: a fin de cuentas, pasamos poco tiempo bajo la influencia de la cólera y mucho más bajo el influjo de nuestras irritaciones.
Más tiempo con la nostalgia que con la verdadera desesperación. Más tiempo con las inquietudes que con las grandes crisis de angustia.
Los estados de ánimo también suelen ser mixtos, " La melancolía es la felicidad de estar tristes"Victor Hugo.
En la nostalgia, esa mixtura es claramente descifrable: el pesar melancólico que sentimos por algo del pasado participa a la vez de la dulzura, los recuerdos agradables, y del dolor, por ser algo ya pasado. Recordar, sonreír, y, sin embargo, sufrir con el recuerdo... La nostalgia es lo bastante agradable como sintamos el deseo de entregarnos a ella y de visitarla con frecuencia.

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